Por: Ángel Camilo Rodríguez Hernández
La vida es un enigma y cada día intentamos sobrevivir en este planeta llamado tierra. Los ríos más profundos, ahora se encuentran vacíos. Los animales desaparecen y se encuentran en exhibiciones. La naturaleza vive en una constante destrucción. Necesitamos encontrar la tranquilidad y paz que nos ofrece el ambiente. En el año 2013, después de que los mayas hubieran anunciado la gran catástrofe del 2012, un filósofo egresado de la Universidad Javeriana y con la filosofía ambiental en su corazón fundó FUNcener. Este sueño que parecía ilógico a los demás, hoy en día es un centro de investigación y producción de conocimientos y experiencias en el campo socio ambiental de las energías renovables.
En el cielo inefable de la ciudad de Bogotá, un rayo de luz de sol sale por las mañanas y entra en la casa bioclimática de FUNcener. Ecosistemas y energía en un mismo lugar indecible. Esta casa es la herramienta de Bogotá para encontrar un camino agroecológico y sustentable. Su fundador Eduard Aristizabal demostró que puede existir un balance entre la naturaleza y la construcción con un enfoque ecoamigable y sostenible.
A pesar de la proliferación de espacios de reflexión sobre educación ambiental y de energías renovables ha aumentado alrededor de los años. Estar en la casa bioclimática de FUNcener es encontrar un paraíso etéreo en el que cada facción es un aprendizaje infinito. Descubrir un paisaje verde y lleno de esperanza por un mejor país ambiental.